miércoles, 7 de julio de 2010

EL NACIONALISMO REINVENTA EL CACIQUISMO

Ateniéndonos estrictamente a los conceptos políticos, el tipo de situación que se vive/padece en Cataluña sería la del caciquismo. Una nueva variante, no constreñida al ámbito geográfico rural, pero sí amoldada y amparada en un escenario omnímodamente institucional. Estos nacionalistas han resucitado el caciquismo.

Me explico. En los comienzos del siglo XX, cuando la mayor parte de la población activa se dedicaba a la agricultura y vivía en el campo, el control político de los pueblos se ejercía de la siguiente manera: la oligarquía que controlaba el Estado y el mantenimiento del mismo se valía del cacique como instrumento que facilitaba el voto o que impedía el voto contrario.
Desde Madrid, la relación o la coacción personal dominaba a los gobernadores civiles que aseguraban un triunfo concreto allí donde fuese necesario. Desde Madrid, contando con el cacique, que a su manera se cobraba lo que servía, se superaban las desventajas que el accidente geográfico natural, la lentitud de comunicaciones y el aislamiento producían.
El cacique local tenía un puesto en la administración municipal o era el jefe del partido. Y la clientela que tenía, asegurada y reforzada por la ley a su favor, le permitía sacar el rendimiento correspondiente de Madrid y, con ello, repartir las regalías (las migajas) entre su clientela y consolidar así su prestigio de benefactor.
«El caciquismo –escribe Raymond Carr– se nutre de la ilegalidad», usando, paradójicamente, los recursos de la administración.

El caciquismo del nacionalismo en Cataluña calca este patrón. La oligarquía financiera y política controla políticamente a la ciudadanía a través del asociacionismo, cuyos dirigentes actúan como caciques. Es este entramado de instituciones, de fundaciones, de asociaciones que se extienden como una inmensa tela de araña las que hablan y se manifiestan en boca de la masa a la que, sobre el papel, representan.
La oligarquía controla así la opinión pública. Y cuando precisa un golpe de efecto o movilizar a la ciudadanía, recurre a este entramado de asociaciones-caciques a las que tiene subvencionadas, especialmente desde Benestar Social, permitiendo una manipulación rápida y efectiva del número. Los caciques que presiden estas asociaciones utilizan la representatividad (poco importa si es real o sólo nominal) para responder a los reclamos de su pagador, haciendo declaraciones públicas, sumándose a las movilizaciones o emitiendo notas de respaldo o de rechazo a tal o cual acontecimiento.
Esta relación del cacique asociacionista con la oligarquía en el poder está por encima incluso de la legalidad y, de hecho, su naturaleza es manifiestamente corrupta, prostituyendo la libre expresión de la ciudadanía. Y lo perverso, que entronca con el caciquismo tradicional, es que se alimenta de los recursos de la administración y que proceden de los impuestos que pagamos todos. Es decir, que estamos pagando nuestro propio yugo y mordaza.

Uno de los ejemplos, quizás el más chirriante de este statu quo, es el de las asociaciones de inmigrantes fundadas con el impulso de los ayuntamientos y la Generalitat.
Bajo el naïf paraguas de promover la integración (ya hablaremos de este envenenado término), la oligarquía ha favorecido la creación de estas entidades, que se imponen desde arriba hacia abajo y no al revés, como debería ser lo normal, para controlar su influencia social y mediática.
¿Cómo entender si no la inmediata nota hecha pública por la Asociación Latinoamericana de Sabadell en contra del 'recorte' del Estatut e invitando a sumarse a la manifestación del sábado? El texto en sí es una plantilla intercambiable con cualquier otro comunicado de cualquier otra asociación o entidad.

Otra prueba que nos da pistas sobre el alcance de este caciquismo de nuevo cuño la encontramos en las cifras que divulga Bòdrium Cultural. A día de hoy, cifra en 592 las entidades adheridas a la manifestación del próximo sábado. Propongo repartir el número (real) de asistentes a la mani entre la cifra total de entidades. En esa simple división se podrá intuir el volumen de la farsa. Ya hablaremos.

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